Northlanders, de Brian Wood
Al emprender dicha tarea, Wood adoptó un enfoque que apostaba por el hiperrealismo como herramienta principal y privilegiando la crudeza narrativa, con pocas florituras y adornos, aunque sin exagerar en el uso excesivo de golpes de efecto como lo hace, por poner ejemplo fácil, George R.R. Martin en su Canción de Hielo y Fuego.
Ahora bien, esta decisión conciente de inclinarse por lo histórico exige al autor saber dotar al relato de una tensión y épica que permita mantener el interés del lector, cosa que solo conseguirá en momentos muy puntuales a lo largo de la colección. En efecto, Wood termina entregándonos un relato agotador y deprimente, más interesado en retratar la dureza de la vida de los colonos y guerreros escandinavos que desfilan por sus páginas. Así, una época tan viva y llena de fuerza (como lo ha sido cualquier episodio migratorio a lo largo de la historia) se ve reducida a una triste y gris representación que se toma demasiado en serio a sí misma, retroalimentándose del tono de desolación que prima en los cincuenta números que la componen. Por su parte, el aspecto gráfico colabora en malograr la colección a través de un coloreado persistentemente gris y pálido que termina por quitarle cualquier rastro de vitalidad al cómic.
Sin entrar al análisis detallado de cada uno de sus arcos, la sensación general que me deja Northlanders es la de una oportunidad malograda por su excesiva atención en los aspectos sicológicos de los personajes y la adversidad de la naturaleza, dejando de lado lo crucial que resulta hilvanar todo ello con un adecuado ritmo y tensión que entretengan. Una de las épocas que más ha cautivado la imaginación de los hombres se ve reducida así a una simple sucesión de personajes, lugares y conflictos apáticos.
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