Relectura de Sandman. Parte 1: Preludios y nocturnos

A fines de los ochenta, un novato Neil Gaiman recibe el encargo de DC de escribir una serie mensual. Su primera opción es retomar a Phantom Stranger, la cual es rechazada por ser un personaje casi desconocido. Luego sugiere a The Demon, pero ya estaba reservado a Matt Wagner. Quedaba una tercera opción: Sandman, un héroe de los setenta que ya estaba en manos de Roy Thomas en Infinity Inc., ¿qué hacer, entonces? La solución fue simple: crear un nuevo personaje con el mismo nombre. Así nacía el mejor cómic de la historia, en opinión de quien suscribe. 
Por mi parte, mi primera historia de Sandman apareció en mis manos a mediados de los noventas, época donde comprar la colección completa estaba totalmente fuera de mi alcance, por lo que debía conformarme con los pocos números sueltos que logré encontrar de la difunta editorial Zinco. Luego irrumpiría Norma con sus tomos recopilatorios y sólo ahí pude, lentamente, ir adquiriendo la serie. Finalmente, cuando por fin la tuve en mis manos le di una primera y merecida lectura desde su número uno hasta el final. Eso fue el 2008. Ha pasado harto tiempo desde entonces y hace unos días decidí releerla. A continuación mis reflexiones.


Preludios y Nocturnos

El mayor desafio que tenía Gaiman al comenzar la serie era lograr que ésta fuese bien recibida y pudiese mantenerse sin sufrir una cancelación prematura. Al mismo tiempo, al propio autor le tomaría un tiempo encontrar el tono adecuado para la historia, y no hay que olvidar que la misma DC la promocionó como un cómic de horror, siendo que a la larga Sandman fue mucho más que fue eso. Es por ello que Preludios y Nocturnos aparece como un comienzo algo inseguro en torno a qué era lo que Gaiman quería narrar, e incluso se advierte una suerte de experimentación en cada capítulo.
La historia comienza con Roderick Burgess, líder de una secta ocultista, quien realiza una invocación para capturar a la Muerte. Sin embargo, algo sale mal, y la entidad que aparece frente a sus ojos es Sueño, otro de los Eternos, entidades más antiguas que los dioses y que representan conceptos universales. Sueño es encerrado en una jaula de cristal y mantenido ahí por 72 años, lugar donde espera paciente la oportunidad de huir de su cautiverio. Dejando un poco de lado la presentación del personaje, llama la atención el intento por parte de Gaiman de hacer una historia de terror clásica, con Kieth intentando emular con su dibujo al gran Bernie Wrightson. Investigando un poco, me encuentro con que el personaje de Roderick Burgess no está basado directamente en Crowley, a quien Gaiman encuentra ilegible y poco interesante, sino en un personaje creado por Dennis Wheatley en la novela The Devil rides out.
Una vez liberado de su prisión, Sueño, quien es también llamado Morfeo, entre muchos otros nombres, vuelve a su reino, el Sueño (The Dreaming, en inglés), donde encuentra que sin su dirección este se ha sumido en el caos. Decidido a recobrar su poder perdido, se lanza a la búsqueda de tres objetos que el fallecido Burgess le robó. De paso nos encontramos con la primera insinuación de lo que realmente será la serie, cuando Sandman regresa al Sueño se encuentra con dos narradores de historias, Caín y Abel, mientras que Lucien, su bibliotecario y también narrador, menciona a Eva, otra contadora de historias. Entendemos así que Sandman es, en esencia, una historia sobre historias y el prometido "terror" poco a poco irá desapareciendo, por mucho que se intente mantenerlo por varios números. Por cierto, ya en el segundo número Gaiman nos presenta a las Gracias, la triple diosa del destino, y, lo que es más importante, el propio Morfeo habla de las leyes que lo someten a él y a todas las grandes entidades del universo. Estas leyes son, para Morfeo, inquebrantables, y fijan el gran conflicto que Gaiman desarrolla a lo largo de la colección: la posibilidad de elegir y de cambiar, la de decidir no ser sometido, enfrentada al deber y la responsabilidad, al hecho de que todo ser, en mayor o menor medida, cumple su rol y obedece las normas que fijan ese rol.
El resto del relato es una historia arquetípica, autocontenida, con Gaiman calculando su duración con el miedo a una cancelación. Así, el héroe busca sus armas en distintos lugares y cada búsqueda da la oportunidad de experimentar distintas posibilidades narrativas. La búsqueda del saco de polvo aparece entonces como una historia de horror contemporánea, muy en la línea de lo que por aquellos años hacía Clive Barker. La del yelmo bebe de otra fuente, con una poética visita al Infierno donde la serie nos ofrece su primer gran momento con Morfeo humillando a Lucifer delante de sus súbditos. "Pasajeros" es un gran relato, más cercano al suspenso, mientras que "24 horas" es cruda, casi grosera en su exploración de los límites del mal que puede hacer un hombre a otros seres humanos. El desenlace de la búsqueda es, en general, previsible, a pesar de ciertos detalles que agrega Gaiman para hacerlo interesante, como la inesperada misericordia con que trata al villano. 


Hasta ahí, Preludios y Nocturnos ha sido una constante experimentación, con grandes momentos narrativos como la tensión y el humor negro que destila "Pasajeros" o la miltoneana "Una esperanza en el Infierno". Sin embargo, será el epílogo el momento en que Gaiman finalmente se sacuda de sus ataduras y narra algo pensando más en sus personajes que en la técnica y la eficacia del relato. Y no es casualidad que la serie finalmente alze el vuelo de la mano de Muerte, quien acompaña a un autocomplaciente Sueño y le da una lección acerca de qué es el deber y cómo él debe cumplir con su trabajo. La escena en que Muerte aparece en el departamento de un judío moribundo y éste comprende lo que va a pasar, debe ser una de las más humanas de toda la serie y es ahí donde encontramos lo que terminó por hacerla entrañable: no sólo son historias sobre historias, sino también son protagonizadas por personajes profundamente humanos. Gaiman ha necesitado ocho números para encontrar el tono adecuado a una serie que sería inmortal. Incluso en el apartado gráfico fue necesario el transcurso de los números para hallar el punto idóneo, con un Sam Kieth totalmente fuera de lugar y caricaturezco que le dará paso a un Mike Dringenberg mucho más acertado y que sí podrá definir el aspecto general de la serie. Las bases ya han sido fijadas y el próximo arco será el comienzo de algo inolvidable.

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