Gast, de Carol Swain

 
A fines de 2013, la editorial Fantagraphics decidió financiar su plan editorial a través de Kickstarter, luego de la muerte de Kim Thompson, uno de sus fundadores. Producto de esta campaña es que hace unos días llega Gast a mis manos, luego de haber aportado para obtener dicha recompensa.

Gast en galés tiene un doble sentido, como perra (bitch) o perra hembra (female dog). La importancia de dicho título se encuentra en que Gast es, ante todo, un relato sobre etiquetas y el inmenso mundo que descubrir tras ellas. La profundidad y austeridad con que Swain aborda la historia nos conduce por un cómic que sin artificios ni golpes de efecto, termina por crear una atmósfera de tranquilo e inexorable descubrimiento. Y es que Gast tiene una ruralidad que la hace distinta, que nos obliga a detenernos y leer con el ritmo bucólico, pero imparable al fin y al cabo, del countryside galés.

Helen es una muchacha inglesa de once años recién llegada a Gales. Su sensación de estar en un lugar extraño la vuelca al exterior, observando las aves como una forma de capturar los matices de este nuevo paisaje. Su observación es aprendizaje, pero lo es al ritmo de su ingenuidad, de modo que muchos de sus descubrimientos van modulados por su edad. Así es como malinterpreta las palabras de un vecino quien menciona a una rara ave que se mató. Helen cree que es efectivamente un ave a quien se refieren y comienza a buscarla, extrañada porque nunca había oído hablar de una que se suicidara.

Así es como, viñeta a viñeta, somos testigos del ir y venir de Helen entre su casa, las parcelas de alrededor, el pueblo, el mercado, siempre en movimiento a través de caminos tranquilos que ayudan a su comprensión. Pronto descubre que la primera etiqueta ("ave rara") encerraba una historia con la que conecta profundamente.Y en tal recorrido, casi fantasmagóricamente, serán los propios animales quienes más la ayudarán al ir revelándole información, con la asumida normalidad de que en el campo lo supernatural es totalmente verosímil.

La naturalidad con la que todos los demás personajes colaboran en su recorrido y responden a sus preguntas termina siendo un recurso narrativo precioso, en que la tensión desaparece totalmente, pues se trata de un viaje de conocimiento, de desarrollo. Al interiorizarse en la historia de Emrys, el "ave", y hacerse parte de ella, convirtiéndose en su biógrafa post-mortem, Helen aprende de los humanos y los animales, que unos y otros van y vienen, y que el rigor de la vida les es aplicable a todos. No en vano, cuando el carnero señala que un animal de granja que no puede mantenerse en pie está condenado, también se refiere a los humanos, presos en nuestras propias granjas.

Las golondrinas que vuelan en las primeras páginas, terminan por migrar justo al final, cuando Helen puede cerrar su diario y dejar sus últimas notas en él. Con ello, Swain nos recuerda el sentido de madurez y cambio de la vida, reflejada en Helen. De paso termina por convertirse en una de mis autoras favoritas y su trabajo ingresa (si es que no lo había hecho ya, y yo ignorándolo) dentro de los imprescindibles del cómic británico. Las editoriales españolas ya pierden tiempo al no publicarla en el idioma castellano.

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