Reseña de Desperta Ferro - Antigua y Medieval n° 46

En esta ocasión, la revista trata el periodo del califato Omeya que ocupa casi una centuria (661-750), desde el comienzo del conflicto que desembocará en la muerte de Alí, el resquebrajamiento permanente del islam entre sunníes, chiíes y jariyíes, y el inicio de la primera dinastía musulmana, su expansión y sus procesos de centralización del poder y hundimiento en la guerra civil que conduciría a su fin y posterior reemplazo por otra dinastía.

 

Como es costumbre, tenemos un primer artículo que sirve de introducción al tema, firmado por Maribel Fierro en este caso, quien nos explica el contexto de la crisis política, suscitada en torno al problema sucesorio del califa, y que condujo al surgimiento del califato Omeya, adelantándonos el quebradero de cabeza permanente que ha sido la división entre sunníes y chiíes.

Luego el tratamiento del periodo se divide en dos aristas, la militar y la política. Respecto de la primera, encontramos dos artículos que ponen el foco en el proceso expansivo del califato, primero hacia el Magreb, campaña(s) en la que los árabes harán desaparecer de la historia a Cartago; luego, en dirección a Asia Central, artículo que tuve que leer recurriendo mucho a Google, pues la geografía e historia antigua de lo que hoy es Afganistán y sus países aledaños es algo que me resulta poco accesible y, peor aún, difícil de retener. Para el recuerdo: la foto con las impresionantes murallas de Bujará, en Uzbekiztán, las que he agregado a mis imágenes para fondos de pantalla.  Entre ambos artículos hay uno dedicado al ejército omeya, incluyendo su composición, con mucho énfasis en los elementos étnicos que generaban grandes diferencias en su interior, sus armamentos y tácticas, exponiendo como falso el viejo tópico de que los árabes tenían fuerzas militares primitivas, todo lo contrario.

La otra parte de la revista cubre aspectos políticos y administrativos de la centuria, partiendo con un breve artículo que repasa la oposición interna al califato, otro que pone el ojo en la progresiva sofisticación de su aparato administrativo y la tendencia a la concentración del poder en manos del califa, para terminar con uno sobre la crisis final del califato, que fue la que, en definitiva, condujo a su fin y reemplazo por los abasíes. En este punto me permito anotar que si bien estamos ante artículos interesantes, siento que en algunos puntos se me hace algo redundante el artículo sobre la oposición interna, pues varios de los aspectos que trata, los encontramos enunciados previamente en el artículo introductorio (especialmente los seguidores de Alí y los jariyíes) y luego se retomará la idea de la oposición interna en el artículo final dedicado al fin de la dinastía. Entiendo que hay un trabajo editorial que busca mantener una exposición coherente de la política a lo largo de todo un siglo, pero aun así siento que ese capítulo en concreto sobre oposición interna podría haberse suprimido y sus contenidos repartidos en los artículos de apertura y cierre del título. Quizás eso podría haber dejado un poco de espacio para otros tópicos, pienso en la diplomacia del califato, pues es evidente que no cualquier relación exterior debió haber sido de conquista, su relación con Bizancio por ejemplo, que hubiese complementado la rica información sobre la organización interna. 

A modo de cierre, y a pesar del matiz crítico que planteo, el número ha sido, como siempre en verdad, una delicia de leer, siendo especialmente satisfactorio el artículo sobre la expansión en Asia Central que leí muy entretenido. Eso sí, este número reavivó el desconcierto que siempre me ha causado leer nombre árabes, los encuentro imposibles de recordar y asimilar. 

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