Relectura de Sandman. Parte 2: Casa de muñecas

En la entrada anterior comentábamos el camino seguido por Neil Gaiman para encontrar el tono exacto con el cual hacer despegar la serie. Será, en consecuencia, en el siguiente arco donde la colección comenzará a brillar como la mejor publicación de su época.

Casa de muñecas (The Doll's House, en inglés) cambia de ritmo drásticamente respecto de lo que había sido Preludios y Nocturnos. Gaiman ha señalado que en aquel entonces lo que más pedían los lectores era que Sueño volviese al Infierno, algo que estaba en sus planes y que de hecho ocurriría en Estación de nieblas, sin embargo, Gaiman también era conciente que hacer tal cosa podría convertir a Sandman en un nuevo X-Men, preocupado más de vender ejemplares a punta de combates que de narrar lo que realmente quería contar en sus páginas. Es por ello que en vez de continuar la historia de Morfeo como personaje principal, el británico decide seguir con su propia planificación y de paso adopta una actitud que repetirá a lo largo de la serie, consistente en enfocarse en otros personajes que verán sus vidas conectarse en algún momento con lo que sucede alrededor del Sueño. En ese sentido, es el propio autor quien después reconocerá una dicotomía a lo largo de la colección, en que una saga tendría un relato "masculino" y, la siguiente, uno "femenino". Si la primera saga era protagonizada por Morfeo y narraba una clásica historia de búsqueda; en Casa de muñecas, protagonizada por Rose Walker, tendremos una historia donde lo femenino aparece en distintas facetas.


Una primera nota merece el prólogo "Historias en la arena", donde Gaiman hace explícita mención a esta existencia de un doble relato de lo sexual, y que ambos, si bien simultáneos, guardan diferencias. Curiosamente, después de esta distinción, Gaiman decide comenzar el capítulo uno presentándonos a Deseo, el andrógino hermano/a de Sueño y que en cierto modo representa el caos, el anarquismo de un universo sometido a demasiadas reglas y cuya caprichosa conducta será catalizadora de varios eventos que vendrán en el futuro de la serie. Una última jugada de Gaiman antes de dejar actuar a sus personajes: Sueño realiza un censo en su reino, el cual arroja cuatro entidades extraviadas y al mismo tiempo un evento que ocurre una vez cada eón comienza a tener lugar. Todos estos elementos confluirán en la vida de Rose Walker, una muchacha que se verá envuelta en una historia que luego descubriremos le ha correspondido por herencia.

Obviando los detalles de la trama en sí, el tema principal de Casa de muñecas puede sintetizarse en la reflexión que hace Rose al término de la historia:
"Significa que solo somos muñecas. No tenemos ni idea de lo que pasa en realidad, nos engañamos creyendo que controlamos nuestras vidas, mientras que justo al lado cosas que nos enloquecerían sólo con pensar en ellas juegan con nosotros, nos llevan de habitación en habitación, y nos guardan de noche cuando están cansados o aburridos."
La respuesta la da el propio Morfeo, páginas después, en su diálogo con Deseo:
"Nosotros, los Eternos, somos sirvientes de los vivos... no sus amos. Existimos porque saben, en su interior, que existimos. Cuando la última cosa viviente deje el universo, nuestra tarea estará cumplida. No les manipulamos. En todo caso, nos manipulan ellos. Somos sus juguetes. Sus muñecas, si prefieres."
Para Gaiman el libre albedrío siempre existe, tanto para los Eternos como para los demás seres vivos. Sin embargo, son las propias reglas que nos imponemos las que nos atan e impiden ver que el control siempre está en nuestras manos. Es por ello que los personajes de Casa de muñecas se sienten manipulados, demasiado pequeños frente a algo que les resulta difícil de comprender.

Esta lección es la que explica el sentido del capítulo intermedio de Casa de muñecas: "Hombres de buena fortuna", en que saliéndose completamente de la trama principal, Gaiman produce uno de las mejores historias de toda la serie, en la cual Hob Gadling, un inglés del siglo XIV, decide que no morirá nunca, pues la muerte "es para tontos". Morfeo lo escucha y decide darle en el gusto, con la condición de volver a encontrarse dentro de cien años. Los años pasan y Hob siempre mantendrá su talante, algo que lamentablemente Morfeo tardará mucho tiempo en comprender.

Juegos narrativos e historias dentro de historias

Dejando de lado la historia, uno de los aspectos estructurales de Casa de muñecas, y que recién pude apreciar ahora, es cómo el capítulo de Hob (el número 4) actúa como una suerte de espejo para las demás historias. Así el capítulo uno, donde se plantea la historia y los Eternos sostienen un diálogo, tiene un cierto reflejo con el capítulo siete, con el desenlace y un nuevo encuentro entre los Eternos. Los paralelismos son mucho más sutiles entre los capítulos tercero y quinto, pero narrativamente ambos guardan enormes semejanzas al resolver dos subtramas que conducen hacia el desenlace. De todos modos, la mayor identidad es la que aparece entre los capítulos segundo y sexto, el primero diurno y superficial, con Rose conociendo a sus vecinos en sus apariencias, en lo que ellos intentan sean sus vidas; el segundo es nocturno, transcurre en sueños y Rose descubre la profundidad real de todos ellos, lo que efectivamente se esconde tras sus máscaras. Esta historia no es más que una afirmación de lo que hablábamos antes, de la incapacidad de ser lo que realmente deseamos y que, muy apropidamente, es en el sueño donde los mortales pueden expandirse en las direcciones que desean o bien retorcerse aún más con sus propios demonios.


Finalmente, y para reforzar el rol pivote que tiene el capítulo cuarto, no puedo no mencionar la aparición en esa historia de William Shakespeare como un dramaturgo principiante e inseguro quien desea por sobre todo poder contar historias que trasciendan. Sueño verá su potencial y abrirá en su interior las puertas que permitirán dar paso a su genialidad. Esas breves viñetas darán lugar, más adelante, a dos episodios que plasmarán el profundo respeto con que Gaiman tratará y usará viejas historias para narrar otras nuevas, tan bellas como las originales.

Casa de muñecas fue la primera saga completa que leí de la colección y hasta hoy creo que es una de sus mejores historias, pues aún transmite la sensación de maravilla que producía descubrir el mundo que Gaiman urdía en aquellos años. Aún más, contiene un número entrañable, el de Hob, que luego sería igualado por muy pocas historias, y obligaría a Neil a darle un final merecido al término de la colección, pues en él había creado a uno de los pocos amigos que el señor del Sueño tendría, y quizás el personaje con el cual más nos identificaríamos los lectores de la revista por la sensata humanidad con la que fue dotado.

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