Lota, 1960 - La huelga larga del carbón, de Alexis Figueroa

Lota es una ciudad que me fascina. Siempre la consideré un símbolo del Chile que construyó una historia y una identidad en torno a su trabajo. Cuando finalmente la conocí, descubrí que era eso y mucho más. No sólo es una ciudad realmente histórica, en el sentido de que tiene conciencia de su pasado, el cual sigue presente a través de su edificios, muchos de ellos ahora monumentos, sino que también posee una épica que integra esa historia que otras ciudades se empecinan en olvidar.




Esa historia tiene como protagonista al carbón. Y como la gran mayoría de las narrativas obreras, también tiene grandes hitos que permanecen en la memoria. Lota, 1960... rescata la huelga larga de aquel año como un ejercicio de memoria, buscando captar las sensaciones, los símbolos y los legados en vez de hacer una narración cronológica y lineal de la huelga en sí.

El autor, Alexis Figueroa, es escritor y poeta. Se le nota. Los ilustradores, variados, se ponen al servicio del tono poético del guión. La primera historia, "Memoria", ilustrada por Ibi Díaz ("El cabello de Abigaíl") fija el tono del resto del trabajo y es, al mismo tiempo, la mejor resuelta en cuanto a su intención. De hecho, creo que las tres páginas finales son las más potentes que he leído en mucho tiempo por el impacto del mensaje, que deviene declaración de intenciones por parte del autor: Lota, 1960 no sólo es un ejercicio de memoria, sino también una imposición de recordar que las generaciones instruidas debemos asumir desde otra perspectiva. Los padres y abuelos, galvanizados por el trabajo, merecen perpetuarse por otras vías, las de sus hijos que estudiaron y pueden crear otros modos de conservar ese recuerdo, ya en calidad de legado.

"Astronomía" (ilust. por Elisa Echeverría) y "Viaje" (por Vicente Plaza) se inscriben en otra perspectiva, netamente biográfica. Sus personajes vivieron la huelga, pero sus narraciones son en el fondo proyecciones de lo que ésta significó para sus respectivos futuros. Punto aparte, la narrativa de Plaza es la más cercana a la historieta convencional y le saca mucho partido a la abundancia de diálogos que Figueroa le prodiga. 

"Marcha" tiene un tono homérico, de epopeya. Convenientemente, al ser la historia central, se dedica en pleno a recrear la épica de la huelga. Los lápices de Fabián Rivas resuelven a la perfección la tarea con tal fuerza gráfica que se acercan al afiche político, tanto que bien podrían adornar algunas calles. "Nadie", ilustrada por Claudio Romo, quien se asemeja mucho a H.R. Giger en su recreación de los túneles de la mina, se deja llevar por lo tétrico, por el recuerdo triste de lo que fue, para desembocar así en el último capítulo, "Lota 2018" (ilust. por Francisco Muñoz), que termina por ser una funesta predicción del futuro de la ciudad. Un futuro que claramente no merece, y que estas pequeñas profecías deben servir para evitarlo.

Como es evidente, Lota ,1960... me ha dejado totalmente satisfecho. Es una obra que hace justicia a una ciudad que merece nuestra atención y cuidado, sobre todo en este país históricamente vaciado, sin conciencia y que a duras penas es capaz de historizar y sacar lecciones del trauma del 73. Y más allá de Lota, decenas de ciudades obreras, portuarias, mineras, etc., siguen esperando una voz que las rescate y las reinstale en el imaginario popular.

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