Troya, la Caída de una Ciudad

Recién estoy entrando en esto de Netflix y lo primero que veo es esta serie, un maravilloso regalo para quienes disfrutamos a Homero y queremos ver, leer y escuchar todas las versiones posibles de sus cantos. Terminada de ver, con su trágico final recreado con buen arte, me lancé a buscar comentarios sobre la serie y descubro que parece que todo en internet gira en torno al color de piel de Aquiles. 
 
No lo entiendo (sí, en realidad  sí), hemos visto a Aquiles rubios hasta el hartazgo, Brad Pitt quizás el más emblemático de los tiempos recientes, aun sabiendo que el aqueo prototípico no parecería el escandinavo o anglosajón tan caro a los norteamericanos. Sin embargo, no soportamos que el personaje sea interpretado por un negro, ¿qué harían si fuese un asiático o indígena americano? Por lo que leo, muchos perderían la cordura ante tanta blasfemia étnica. Convengamos que La Ilíada y La Odisea, junto con la Biblia, son la base fundacional del imaginario de Occidente. Si consideramos que en el caso de los poemas homéricos, su categoría es mítico-histórica, lo que trasciende hasta nuestros días es la estatura de sus personajes, la humanidad de sus conflictos y pesares, así como la imposibilidad de escapar a los designios de los dioses. Todo ello admite versiones, reinterpretaciones y adaptaciones. El color de piel no es lo relevante, de hecho aplaudo lo osadía. La serie en comento, al igual que cualquier otra interpretación del poema homérico, debe probar su valía en la esfera de la epopeya, donde lo logra con matices, y en cómo caracteriza a sus protagonistas, tesitura en la que se queda corta, aunque no sin ciertas luces y aciertos a su favor. 
 
Hablaba de los dioses y sus designios. Cualquiera que haya leído la Ilíada sabrá que los dioses intervienen, y mucho. Curiosamente, la mayoría de las películas contemporáneas optan por prescindir de ellos, relegándolos al plano de lo mistérico, como si fueran simple religión, algo que se adora con la fe y se agota en ese ámbito, quizás herencia de nuestro sentir religioso actual. Así las cosas, quizás la gran reinterpretación contemporánea que se ha hecho de los cantos homéricos ha sido eliminar a los dioses como personajes interventores y reemplazarlos por las otras formas que adopta el destino o lo inevitable en la posmodernidad, que es el inconsciente, las cadenas de la ética y la moral, hasta ideas que traslucen una noción del karma. Recordemos Troya (2004) en que Agamenón muere en el saco de la ciudad, ¿qué era eso sino el clásico karma vulgarizado del cine norteamericano, obsesionado con castigar dentro de la misma película los malos actos que vimos en ella? Advierto que estoy planteando muchas ideas propias, todas debatibles, pero tampoco creo estar tan equivocado, los dioses fueron eliminados por Hollywood y tuvimos que acudir a otros mecanismos para explicar la fatalidad, el hado y el destino inevitable de los héroes aqueos y los defensores troyanos. Pues bien, 'Troya' es atrevida en este punto y pone a los dioses como jugadores del tablero, no exactamente igual que en el poema, pero sí están presentes, gatillan actos, influyen en decisiones y protegen a los héroes. 
 
 
En cuanto a la epopeya, Troya comete errores producto de su afán de proponer algo distinto, pero sale bien parada. La clave está en el final. A lo largo de los primeros capítulos, la guerra en sí misma es sosa, mundana, poco interesante salvo destellos. Los combates singulares que nutren el canto casi no aparecen (¿cuándo tendremos una versión que se regocije en ese aspecto de la Ilíada, los numerosos combates individuales, el agonismo del duelo?). Héctor es noble, pero poco relevante, mientras que Aquiles casi no habla. Si los principales héroes de cada facción se ven así es porque se ha reducido la épica de la guerra en el afán de darle un rol especial a Helena, de convertirla en agente, algo involuntaria, de hechos que en verdad no pasaban por ella. El guion se pone también del lado de Paris, intenta humanizarlo y justificarlo, exculpar de haber iniciado una guerra por algo tan mundano como seducir a una mujer casada. Esta parada constante en la psiquis de Paris y Helena, y en construir una subtrama en torno a la princesa, desarticula la epopeya homérica, le quita momentos relevantes a Diómedes, al mismo Héctor, incluso soslaya la famosa ira de Aquiles, y eso decepciona enormemente. Afortunadamente, Príamo y su plegaria a Aquiles rescata el nervio homérico y nos conduce al final de la obra. La subtrama de Helena se ejecuta bien hacia el final y se desata con toda su tragedia en el último capítulo donde todo fluye como debía ser: Troya cae de manera triste y ruin, como cayeron todas las ciudades antiguas que vivieron tal destino en la vida real (Nínive, Tebas, Numancia, la propia Roma, no era fácil ser el vencido). En el cierre del acto todos están a la altura de su destino y lo abrazan completamente. 
 
Retrocedo un poco, hay que hablar de los personajes. Decía que la ira de Aquiles es soslayada. Quizás sea un eufemismo, pues, en verdad, su ira casi no se nota. Aquiles es un personaje que transmite tensión a partir de su silencio durante toda la serie en lo que quizás sea una decisión consciente del guion, pero al quitarle diálogos y también arrebatarle sus batallas, pues ya dije que casi no lo vemos combatir sino hasta el final, el guion convierte a Aquiles en un guerrero taimado y lacónico que cuando debería explotar al ser insultado por Agamenón, casi no reacciona, y cuando enfrenta la muerte de Patroclo, solo ahí aparece algo, un poco, una luz de su cólera. En suma, el gran problema de Aquiles no es su color de piel, es el desacertado trabajo del guion y las restricciones impuestas a su emocionalidad, castrada. Odiseo es todo lo contrario. El fecundo en ardides es representado espléndidamente, el guion lo adora y lo destaca, y el actor que lo interpreta es un excelente Odiseo, uno de los mejores la verdad, transmite todas sus características clásicas, desde su ingenio hasta su falibilidad. Néstor está bien, Agamenón es interesante y podrían haberlo explorado mejor; Menelao, en cambio, es villanizado hasta la caricatura, Ájax recibe un pésimo trato, lo que es habitual, ya hablaré de eso, mientras que Diómedes es inexistente. En el bando troyano, Príamo y Andrómaca destacan por sobre todos, pero Héctor se queda corto, sabemos que es el defensor de su casa, nos los dicen constantemente, pero solo vemos chispazos de esos, quizás su mejor momento es cuando encara su padre y le quita el mando, otra innovación del guion, pero que se salda bien. 

Vuelvo al final. Sabemos las consecuencias de la muerte de Héctor, entre ellas la plegaria de Príamo, que está bien ejecutada. Luego todo se acelera, el duelo entre Aquiles y Pentesilea, la flecha de Paris (extraño, no guiada por Apolo, el guion aquí le da todo el mérito a Paris) y el caballo, la treta definitiva de Odiseo. Como dije, el último acto me encantó, el guion no esquiva la tragedia ni nos ofrece ningún consuelo, los dioses abandonan a Troya y la ciudad cae a fuego y bronce. La toma final nos muestra a un Odiseo contemplando el mar y el inicio de su regreso a Ítaca. Si me lo preguntan, denle a ese personaje una segunda temporada y tengamos una Odisea a su altura, quiero ver a Polifemo, Escila y Caribdis, así como a Circe, Telémaco y al héroe visitando a Aquiles en el infierno, sería bueno oír sus lamentos ahí, quizás diga más cosas que en su paso por 'Troya'.

Una última nota sobre Ájax. ¿Existe un héroe aqueo más ignorado que éste? Ájax es el único héroe que combate sin ayuda de los dioses y su locura y posterior suicidio, abrumado por la guerra y la verguenza, son siempre ignorados. Escribiría mi propia versión solo para darle a Ájax el puesto que merece en el panteón homérico.

 
En resumen, ¿merece la pena ver 'Troya'? Diría que sí, la disfruté y comprendí sus defectos, no había necesidad de rasgar vestiduras por ellos. Vivimos una época donde las producciones intentan darle mayor protagonismo a los personajes femeninos y evitan la homogeneidad étnica, aun cuando la diversidad introducida un poco a la fuerza consista únicamente en agregar personajes negros. Ello evidencia un debate y conflicto idiosincrásico del mundo anglosajón que se vierte en nosotros, de un mundo mucho más mestizo, y como espectadores externos debemos saber identificar esos tópicos. Como fuere, 'Troya' no escapa a este editorialismo, así que no la podría recomendar al público reaccionario, ya vimos que muchos no toleran un cambio de piel, mucho menos podrían soportar a una Helena más protagonista (incluso a mí se me hizo insoportable en ocasiones), pero me quedo con sus aciertos, que no son pocos. Me quedan varias cosas en el tintero, hay demasiados detalles sobre los que recapitular, ni siquiera me he detenido en comentar las panoplias y las tácticas, pero se haría cansino, aquí se queda.

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