La misión de Riverwind, de P.B. Thompson y T.R. Carter

Dragonlance tiene el mérito histórico de ser el primer gran entorno de campaña para un juego de rol que fue concebido como una gran metatrama que se desarrollaba en sus distintos módulos y en una serie de incontables libros donde diversos autores podían usar las tierras de Ansalon para narrar sus historias. Sin embargo, y a pesar de lo entrañable que resultan las aventuras de Raistlin, Caramon y los demás, debemos convenir en que la literatura producida en torno a ellos no era precisamente de la mejor calidad.
En ese sentido, La misión de Riverwind no es más que una excusa para narrar una historia bastante pobre, aprovechando a uno de los más conocidos Héroes de la Lanza y exprimiendo su historia para contarnos sus desventuras inmediatamente anteriores al inicio de la Guerra de la Lanza. Lamentablemente, nada en este libro es realmente atractivo e incluso dudo que en 1991, año de su aparición, haya sido bien acogido, así que podemos ir descartando de inmediato el argumento de que es producto de su tiempo y que simplemente no ha envejecido bien. El problema de La misión... es sencillo, pero lamentablemente esencial: está mal escrito.
De hecho, puedo obviar la circunstancia de que la historia misma sea mediocre, pues, no me voy a engañar ahora, la Dragonlance ha sido un punto de referencia para cualquier rolero relativamente veterano y su lectura siempre ha tenido ese carácter de placer culpable. Es más, puedo mencionar un par de libros de la serie que, al menos en su momento, me parecieron bastante aceptables. Sin embargo, una historia mal contada es algo insoportable. El ritmo propio de un mal módulo, en que de la nada los personajes terminan en medio de una guerra, luego de la nada terminan decidiendo el futuro de un pueblo y luego, nuevamente casi por solo estar ahí, terminan descubriendo algo que llevaba siglos perdido, se me hace absurdo.
A esto hay que agregar un nuevo problema narrativo: los personajes jamás logran desarrollarse ni mucho menos generar un lazo con el lector. Ni el viejo Cazamoscas, ni la elfa Di An, ni mucho menos el mismo protagonista llegan en ningún momento a ser personajes por los cuales uno sienta un cierto afecto. De hecho, (cuidado con el spoiler, aunque advierto que el mismo libro se autospoilea):

la muerte de Cazamoscas es asombrosamente insípida y llega a ser ingenua la forma en que el narrador pretende conmovernos con ella al hacer recordar a Riverwind las cosas que compartieron en el pasado. En efecto, este párrafo es de risa:
Riverwind contempló al viejo adivino un rato. La barba, las ropas harapientas, la charla insensata... Los recuerdos acudieron a la mente del guerrero en imágenes fugaces. Vio a Cazamoscas hablándole del universo cuando era un niño; a Cazamoscas cocinando el primer conejo que le había regalado muchos años atrás; a Cazamoscas procurándole el primer desayuno de su viaje (...) Las lágrimas se deslizaron por las mejillas del guerrero.
Si tuviste más de 300 páginas para explicar y profundizar en la amistad que unía a Riverwind con el anciano, no intentes arreglar esa carencia con un párrafo propio de una mala película.

Y a propósito de los auto-spoilers que mencionaba, comprendo que se trata de una historia inscrita dentro de un juego, D&D en este caso, y que por lo tanto tarde o temprano deben aparecer referencias al juego. De hecho, incluso lo agradezco y, por lo mismo, el uso de conjuros de adivinación por parte de Cazamoscas me parece un buen guiño al rolero lector, pero reconozcamos que tras varias premoniciones, TODAS cumplidas, el libro se vuelve insoportablemente predecible pues ya a la mitad te cuenta su propio final. Incluso esperaba que en algún momento me sorprendieran con un giro inesperado que torciera el "destino adivinado" para al menos darle algo más de sabor a la historia, pero obviamente ello no ocurrió.
En resumen, y atendido que no vale la pena seguir insistiendo, estamos ante un libro malo, que quizás su único punto a favor está en utilizar personajes y escenarios conocidos para los jugadores de rol, de modo que lo único que finalmente logra sostener su lectura es precisamente esa cercanía con su público objetivo. Fuera de dicho grupo, esta novela derechamente pierde cualquier interés.

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